Llegar al mercado Primero de Mayo y escuchar sus ruidos habituales a medio día en un domingo fue, por una vez, diferente. Este domingo 10 de noviembre se presentó un espectáculo de ópera.
El comienzo desconcierta a algunos: gente que acudió a comer o a comprar se vio asaltada por las artes, además, muchos de los vendedores no pudieron ocultar su asombro.
Los cantantes aparecen de cualquier parte del mercado. El elenco –Belem Rodríguez, mezzosoprano; Dante Alcalá, tenor; Armando Gama, barítono; y Celia Gómez, soprano, bajo la dirección artística de César Piña– sorprende a todos por igual.
Algunos interrumpen su bocado para buscar al cantante en turno, y en seguida brotan los aplausos. Allá, al fondo, el sonido metálico de los carniceros aplastando la carne, porque la venta sigue, aunque haya un espectáculo justo al lado.
Las frases “son para llevar”, “uno de frijol y dos de chicharrón”, “deme un kilo de jitomate y un cuarto de chiles verdes”, se mezclaron con el bel canto del espectáculo “¡Ópera! ¿En el mercado?”.
El repertorio está lleno de piezas que son, en cierto modo, conocidas al menos de oído, pues han estado presentes en la vida popular como La habanera de “Carmen”, El toreador de “Carmen”, Funiculi funicula y Coro de los esclavos de “Nabuco”, entre otras.
Qué buen domingo para algunos: poder echarse un taco de barbacoa, una tercia de quesadillas, un consomé o un tlacoyo recién hecho entre pieza y pieza de un concierto de ópera.
El aplauso es muy sincero en lugares como el mercado Primero de Mayo, pues no está lleno de especialistas en las artes más altas, con caras largas y gustos refinados. Aquí la gente aplaude porque le nace ese sentimiento de gratitud con el elenco y la belleza de sus voces.
En este recinto se dispuso el equipo de iluminación como en cualquier teatro, con la diferencia de que las luces deben seguir a los intérpretes entre mucha gente, puestos de verduras, de carnes o de comida.
Quienes venían a hacer sus compras dominicales y llegaron a medio espectáculo, se vieron recibidos por personas en delantal que cantaban igualito que en esos programas de la televisión. “¿Estarán cantando en vivo?”, se habrán preguntado, para luego darse cuenta que así era.
A la multitud, compuesta por compradores habituales y gente que fue especialmente al espectáculo, se sumaron aquellos transeúntes que pasaban y decidieron quedarse un rato más a escuchar algo tan bello y que, en muchos de los casos, nunca habían visto ni escuchado.
Casi al final de la presentación, hay una alegría generalizada. Los presentes marcan del ritmo con las palmas, los actores lideran un grupo de gente que disfruta y así transcurre la pieza final.
Cuando el espectáculo termina, los presentes no paran de aplaudir y por allá, a lo lejos, aparecen unos letreros que dicen “¿No que no te gustaba la ópera?” y “¿Verdad que sí te gusta la ópera?”
Después, una euforia generalizada y los comentarios favorables, las sonrisas de casi todos. “Qué hermoso”, “Es que esto antes era sólo para gente rica” y “Ojalá que se sigan haciendo estas cosas, porque hacen falta”.
Después de escuchar a un tenor, a una mezzosoprano, a un barítono y a una soprano, el Primero de Mayo volvió a su ajetreo normal.