Juan Cerecedo Hernández aprendió el oficio de huesero desde niño, nadie le dijo que tenía que hacer, aunque es sordomudo esa no es una limitante, al contrario sus familiares piensan que es un don que dios le recompensó por la pérdida de los dos sentidos.
Su padre Marcelino Cerecedo Hernández, relató que desde pequeño a Juan, quien vive en el barrio Mirador en Jaltocán, le interesaba mucho el asunto, practicaba hasta con los perros y becerros cuando se lastimaban, y en una ocasión fue su madre la que se lastimó el pie “le dio una sobada” y la alivió. A partir de ese entonces su familia acudió para aliviar sus dolencias y posteriormente amigos y se hizo la cadena, es tanto su popularidad que lo visitan de otros estados y vienen por él para que otras personas tengan alivio.
Juan quien tiene 42 años, indicó que ese oficio no lo volverá rico porque no tiene una cuota, es lo que la gente quiera dejarle voluntariamente, así es como se mantiene.
Recordó que, tras una fuerte calentura vio unos doctores que lo aliviaron, pero no volvió a escuchar ni a oír “salió más caro el caldo que las albóndigas”.
Indicó que en la actualidad necesita de un aparato auditivo para mejorar su calidad de vida, pero que vale caro y la economía no es la mejor en estos momentos,  por lo que tendrá que esperar.

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